sábado, 30 de diciembre de 2017

El fiasco: La mina de La Bernilla


La historia de La Bernilla fue durante años el ejemplo del perfecto engaño de los que se produjeron durante el boom minero que se dio en Cantabria y en otras partes de España durante los primeros años del siglo XIX. Este fiasco tuvo repercusión nacional, y todavía en una revista del año 1924, mas de 20 años después de la quiebra, se reproducía lo siguiente: 

[...] hasta el banquero acaudalado que constituye una sociedad anónima para explotar las minas de La Bernilla, sabiendo que en La Bernilla no hay más mineral que el que él ha mandado enterrar previamente. [...]"
 


Revista Atlántida (Google Books)


La historia


El relato que voy a contar está basado en parte en este pequeño libreto, donde se describen los hechos desde el punto de vista de una de las partes del litigio: Félix Herrero Ceballos. En el mismo trata de justificar su honradez, puesto que no era el único negocio minero que gestionaba y por tanto debe tomarse con las reservas oportunas. Si lo que pasó con esta mina se trató de un engaño, de una pésima gestión o de una mezcla de ambas creo que nunca lo sabremos. 
 

Esta historia no comienza en Castro-Urdiales, si no en Pámanes y más concretamente en el palacio de Elsedo, que pertenecía precisamente al autor del librillo y promotor del negocio. Era abril del año 1900  y la fiebre por los negocios mineros se extendía por la provincia. Los brillos de los benefecios de la Compañía Minera de Setares, por ejemplo, eran muy cegadores ya que al final de ese año  habría repartido en dividendos más de 7,8 millones de pesetas, equivalentes a 13,4 veces su capital social (Eugenio Torres Villanueva,1989).


Y la tarde del 22 de abril de 1900, tras un banquete en la finca del palacio organizada por el nombrado Félix Herrero, se comienza a gestionar la creación de las Minas de la Bernilla.
Felix Herrero propone el negocio a sus invitados que rápidamente, creyendo estar delante de una nueva Setares, deciden invertir en el mismo. Los periódicos de la provincia se dan eco del acuerdo, elogiando las excelencias de las minas (y habría que preguntarse, visto el resultado final, con qué intención lo hacían)

La Atalaya, 19 mayo de 1900 (Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)

Y es que esta información era enviada a los diarios por Carlos Saro, el presidente de la Liga de Contribuyentes de Santander, y que pronto aparecerá como uno de los accionistas...

Olvido involuntario(sic)... El Cantábrico, 27 mayo de 1900 (Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)

Antes del acuerdo se realizan al parecer dos informes sobre el coto minero: el primero de ellos es realizado por Félix Herrero Ceballos, que pondría el coto minero a disposición de la Sociedad. Se lo encarga a Ramón Adán de Yarza, Ingeniero de Minas vasco de importancia en la época y a Heredia. Si Felix Herrero estaba intentando dar gato por liebre en la venta de la mina no parece muy adecuado contratar a Ramón Adán de Yarza, que era uno de los más importantes geólogos del momento, especialmente en la zona del País Vasco.

Por otro lado los futuros accionistas encargan un informe independiente a los ingenieros Odriozola y Gómez Ceballos.

La disparidad entre los informes era muy grande, cubicando éste último 2.831.000 toneladas, frente a las estimadas por el primero en 1.543.000 toneladas, señalando éste que el mineral no era de calidad superior.

En cualquier caso la prensa santanderina seguía dando publicidad ¿previo pago? a la excelencia de las minas:


El Cantábrico, 27 junio de 1900 (Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)

A pesar de esa disparidad en los informes, se forma la Compañía Minera, firmándose las escrituras en Elsedo el 30 de agosto de 1900. Incluso forma parte del accionariado uno de los ingenieros autores del segundo informe encargado por los socios capitalistas, Guillermo Gómez Ceballos.

Los accionistas de la Sociedad fueron son los siguientes:

- Félix Herrero Ceballos, que aporta las minas, y recibe 12.000 acciones
- Eduardo Barandiaran, el anterior dueño de una parte de los terrenos de la mina y que se la había vendido a Felix Herrero por un millón de pesetas  y que aporta 119.000 pesetas y recibe 238 acciones
- Adolfo Chauton, aporta 119.000 pesetas y recibe 238 acciones
- Guillermo Gómez Ceballos, aporta 119.000 pesetas y recibe 238 acciones
- Justo Sarabia y Pardo, Marqués de Hazas, aporta 119.000 pesetas y recibe 238 acciones
- Manuel Leita, aporta 118.000 pesetas y recibe 237 acciones
- Jorge Mowinkel (fundador de  la sociedad de seguros mutuos de Santander) aporta 118.000 pesetas y recibe 237 acciones
- Carlos Saro, presidente de la Liga de Contribuyentes de Santander, aporta 118.000 pesetas y recibe 237 acciones
- Fernando Lavin, aporta 118.000 pesetas y recibe 237 acciones
- Víctor Díez, aporta 50.000 pesetas y recibe 100 acciones

Todos ellos eran de lo más selecto de la sociedad santanderina del año 1900.

Las aportaciones de 120.000 pesetas puede sonar a poco, pero en 1900 el sueldo de un jornalero de la mina podía rondar 140 pesetas al mes, por lo que en euros actuales estaríamos hablando de unos ¡700.000€!

Las gestiones iniciales

Ya se estaba realizando labores en la zona de la Bernilla por parte de Felix Herreros previamente a la firma de las escrituras, como puede verse en estas actas del Ayuntamiento de Castro Urdiales donde se le indica que no puede tirar escombros al río y se le multa por haber talado varias rebollas (robles).

Archivo Municipal de Castro-Urdiales


Tras la firma rápidamente comienzan los trabajos, pero no para poner en marcha las minas, sino para la construcción de los elementos de transporte necesarios para llevarlo hasta el puerto de Liverpool, que era donde se iba a vender la tan magnificada producción: planos inclinados, vías para el transporte, maquinaria...

En septiembre de 1900 se presentan en la Exposición Minera de la Montaña en Santander, continuando la publicidad de las excelencias del coto:

(hay una errata en el año, fue en 1900)


Para el 20 de diciembre de 1900 se había firmado con la Compañía de Ferrocarril de Castro-Urdiales a Traslaviña un acuerdo para el traslado por ferrocarril hasta el cargadero de Urdiales, donde se comprometía a recibir entre un mínimo de 60.000 toneladas y un máximo de 300.000 toneladas anuales.

En febrero de 1901 se firma un acuerdo con la casa Larrinaga de Liverpool con la exclusiva para la venta de minerales en Inglaterra, Alemania, Holanda, Bélgica, Francia e incluso Estados Unidos. No solo eso, si no que la misma Compañía de La Bernilla crea una sociedad con Larrinaga para crear una línea de vapores para el transporte de su mineral, intentado seguir la senda creada por Sota en Se  tares de mantener bajo control todo los procesos desde la extracción hasta el transporte a Inglaterra.
Para esta sociedad naviera se invierte medio millón de pesetas, sin haber sacado todavía un kilogramo de hierro, inversión con la que se compra el vapor Homeric construido en 1898 y se renombra, como no, con el nombre de "La Bernilla".


Por fin, el 8 de agosto de 1901 se realiza el primer embarque de mineral hacia Inglaterra desde la ensenada de Urdiales, aunque curiosamente no se cargó en el vapor "Bernilla", sino en otro barco:

El Cantábrico, 8 de agosto de 1900 (Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)

El comienzo del desastre

Y una vez se habían montado todas las instalaciones para el transporte de mineral, se comenzó la extracción con resultados desastrosos.

Sorprende verdaderamente que no se hicieran labores de prospección con la inversión inicial, que hubiera permitido conocer el verdadero valor de la mina desde un principio, y hubiera permitido adaptar las inversiones en medios de transporte e incluso haberlas abandonado con unas pérdidas menores.

Posiblemente los miembros del Consejo estaban cegados con los brillos de minas cercanas como Setares y en su inexperiencia gestionaron la mina pensando que tenían entre manos otra Ceferina. Por otro lado Félix Herrero, que quizás tenía más experiencia en el negocio minero, no quiso intervenir en el derroche en la construcción de medios de transporte ni en la falta de prospecciones porque el mismo cobraba un mínimo anual por el arrendamiento de la mina independientemente de la producción y porque parte de los trabajos de construcción eran realizados por él.

Y también hay una tercera posibilidad, teniendo en cuenta que por el camino los accionistas habían colocado gran parte de sus acciones: por ejemplo Adolfo Chauton, el presidente del Consejo había vendido 188 de sus 238 acciones o Félix Herrero se había desprendido de 5.000 acciones. Es decir, si sabían del fiasco en el que estaban, a todos les interesaba disimularlo el mayor tiempo posible. En la siguiente imagen se pueden ver las sensaciones de engaño de uno de estos accionistas que compraron a los socios:


Analysis of the personality of Jose Manuel Etxeita (1842-1915) through a study of his letters.  Kortazar, Jon

El caso es que ese otoño de 1901 se publican las primeras noticias de la esterilidad del coto minero de La Bernilla. Ya no podían ocultarse más, puesto que el mineral había llegado a su destino y había sido rechazado por su mala calidad. Todas aquellas bondades que se habían vendido resultaron ser falsas y comenzaron los problemas entre el Consejo de Gerencia y Félix Herrero que había aportado las minas a la sociedad.

En una sesión del Consejo de Administración en noviembre de ese año Félix Herrero, según sus memorias, hace un ofrecimiento de rebajar el valor de su parte de la Sociedad, cediendo además otras minas que poseía en Camargo y las acciones de la Compañía de Vapores:

Pero, o el ofrecimiento no es aprobado por la Junta o las condiciones finales que puso ésta no se admitieron por Félix Herrero (depende de la fuente que se lea) el caso es que la Junta decide plantear un pleito por la nulidad del contrato contra Félix Herrero.



Mientras, los laboreos de la mina estaban paralizados. Según se contaba en "La Ilustración" los obreros trabajaron hasta las Navidades de 1901, con la esperanza de cobrar, cosa que finalmente no sucedió.
Atalaya, 24 de diciembre de 1901 (Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)

El 17 de marzo de 1902 se celebra una asamblea extraordinaria, donde se autorizar al Consejo a presentar una demanda de nulidad del Contrato por el que se constituyó la Sociedad contra Félix Herrero, al considerar que las minas no eran tales y se había producido engaño en la aportación de las mismas. El 30 de junio se realiza un acto de conciliación, al que no se presenta el demandado, por lo que los demandantes deciden continuar a juicio.

Mientras el pleito continuaba, durante el año 1902, el Consejo vendió (o malvendió según Félix Herrero) las instalaciones en las que tanto se había invertido: Raíles, vagones y locomotoras.



En la memoria de la junta General Ordinaria de 1903 se pueden identificar en el activo de la empresa parte de las instalaciones que luego describiremos:

- Plano general para el transporte (153.750 pesetas)
- Edificios (51.780 pesetas)
- Máquinas fijas y móviles (19.190 pesetas)
- Horno de calcinación (5.530 pesetas)

En esta junta general de 1903 fueron rechazadas las Cuentas y Memoria presentadas por el Consejo, y en el año 1904 ni siquiera se convocó la Junta General




El 22 septiembre 1905 se dicta sentencia contraria a los demandantes, declarando improcedente la declaración de nulidad del contrato, y que obliga a la sociedad de "La Bernilla" a pagar los cánones debidos a Félix Herrero, y a entregarle las acciones que le pertenecían y estaban retenidas por el Consejo. En una de las respuestas de los peritos se intuye cual fue el problema de las minas: la falta de investigación sobre el alcance real del mineral existente.



El 26 octubre 1905 se celebra una junta Extraordinaria en la que se da cuenta del resultado de la demanda y se decide no continuar el pleito mediante una posible apelación. En la misma Junta se trata sobre la disolución de la compañía, pero la votación no puede llevarse a cabo porque el Consejo sigue reteniendo 7000 acciones a Félix Herrero, necesarias para alcanzar el acuerdo.


En la Junta General de 8 noviembre 1905 se decide la continuación de la compañía y se constituye un nuevo Consejo, destituyendo al que había presentado la demanda, al disponer Félix Herrero de una amplia mayoría al recibir las acciones señaladas


Finalmente, según se cuenta en la Ilustración, las minas de "La Bernilla" fueron vendidas a la Sociedad Minera de las Muñecas, sociedad de la que curiosamente uno de los seis socios fundadores era... Félix Herrero. Nunca se llegaron a explotar: "La Bernilla", unas minas que nunca lo fueron.


El final de la compañía minera de la Bernilla arrastró también al la compañía naviera que habían formado con Larrinaga, y así se informaba del cierre de empresa en Liverpool en el año 1906:



Los restos (AKA el patrimonio edificado)

A pesar de su corta vida, las minas de la Bernilla dejaron numerosos restos de sus instalaciones ya que, como hemos visto anteriormente, se invirtió rápidamente en instalaciones sin siquiera conocer las posibilidades reales de la explotación.

En esta foto de Google Earth hemos situado los restos existentes asociados a esta explotación:

Fuente: Google Earth

El entorno de las minas se situaba al noreste de Talledo, en el valle que forma el arroyo Alisal, un afluente del río Sabiote. De allí partía un plano inclinado que subía el mineral hasta el alto de Poza, de donde volvía a descender a la zona de Calaborco, donde estaban situados los depósitos que hubieran guardado el material para su traslado a través de la línea Castro-Urdiales a Traslaviña.

En esta otra imagen, pero del año 1956, se distinguen algo mejor los elementos señalados:

http://mapas.cantabria.es


Según contaban en la Revista Ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industria y Seguros, el sistema de transporte elegido a mediados de septiembre de 1900 para la Bernilla fue un ferrocarril de cadena flotante. Este tipo de ferrocarril era el mismo que el empleado en las minas de Dícido.



Un ferrocarril de cadena flotante es un sistema peculiar, en el que la tracción se realiza a través de una cadena a la cual están enganchadas las vagonetas a intervalos constantes, quedando la cadena colgada entre ellos (de ahí su nombre).

Cadena flotante de La Cadenilla (Galdames). Fuente: http://bioiron.info/cas/paseo_03.php?seccion=03_03

Las vagonetas se enganchaban y desengachaban a los eslabones de la cadena mediante una horquilla fijada en una de las caras de la caja, como se puede observar a la derecha en esta vagoneta de Dícido que se encuentra en el Museo Minero de Gallarta.



Los detalles de los vagones, también correspondientes a Dícido, se muestran a continuación procedentes de la Revista de Obras Públicas del año 1891. En ellos también se observa la mencionada horquilla:



La cadena se arrollaba en dos poleas horizontales en los extremos de cada alineación (en azul en los esquemas inferiores), polea que se situaba a suficiente altura para que los vagones pasaran por debajo de ella.
En la mayoría de los casos el sistema se movía de manera automática por el peso de los vagones cargados. Es más, debían disponerse sistemas que redujeran la velocidad, como paletas que se frenaban con el aire o con agua, como si fueran un molino funcionando de manera inversa. Estas paletas pueden verse señaladas de color rojo en este plano de una estación (correspondiente a la explotación de Dícido). No era el caso en la Bernilla, que disponía de una máquina de vapor para mover la cadena, como veremos más adelante.




En verde se han destacado las cadenas de las dos líneas de vagonetas paralelas, una de subida y otra de bajada, que iban arrolladas a la polea de la estación, y en morado el dispositivo de frenado que permitía parar la cadena completamente al cerrar las pastillas contra la polea.

El cargadero

Tanta fama adquirieron las minas de la Bernilla que supusieron una esperanza para la Compañía del Ferrocarril de Traslaviña, cuyas cuentas desde el primer año de explotación eran deficitarias (de hecho en 1905 declararían la primera suspensión de pagos).


Como se cuenta en el documento de la Revista Ilustrada del Ferrocarril, las minas de la Bernilla acuerdan transportar el mineral a través de la línea de ferrocarril de Castro-Traslaviña a cambio de que esta compañía construyese el ramal y los cargaderos donde depositar el mineral al pie de la vía.

La estructura de estos cargaderos todavía sobrevive entre la maleza en la zona conocida como Calaborco.

El cargadero consistía en un depósito superior donde descargaba la cadena flotante y en la parte inferior poseía dos entradas para los vagones del ferrocarril que se cargarían mediante tolvas. Medía unos 40 metros de largo y unos 13 metros de ancho. En esta foto del año 57 puede distinguirse su planta:



El espacio interior estaba dividido, al nivel de la vía de Traslaviña, en dos pasillos en los que entrarían los vagones y sobre los que se situarían las tolvas para llenarlos.



Bajo uno de ellos se construyó una galería que permitía desviar el arroyo sobre el que se sitúa el cargadero, y que a día de hoy se encuentra anegada.



En el otro pasillo la naturaleza poco a poco cumple con su función:



Desde arriba se pueden distinguir la parte superior de los dos pasillos, en los que estarían situadas las tolvas, y donde se almacenaba el mineral a la espera del cargue en los vagones:


Es posible que los restos del horno de calcinación se corresponda con unos muros cercanos al cargadero, aunque no es posible confirmarlo ya que posiblemente no estuviera ejecutado completamente en el momento de la quiebra de la empresa.

Los planos inclinados

El transporte se realizaba mediante dos planos inclinados. El primero de ellos subía el material extraído de las minas hasta la zona de Talledo conocida como alto de Poza, donde se situaba la maquinaria. Desde aquí volvía a descender hasta los depósitos descritos en el punto anterior


En la ladera de bajada hacia los depósitos de Calaborco todavía puede distinguirse la plataforma para el ferrocarril de cadena flotante, con una sección de unos cuatro metros de ancho, que discurre prácticamente paralela al riachuelo que baja por la vaguada.



De hecho a unos 100 metros de la carretera de Talledo el plano cambiaba de margen, pasando el riachuelo a través de una pequeña tajea:



Aproximadamente en el punto medio entre el alto de Poza y el depósito de Calaborco tuvieron que construir un puente para atravesar otra vaguada, puente que según se describía en la Ilustración de Castro, era "muy frágil". Los restos permiten asegurarlo porque los estribos eran de una mampostería en seco bastante mal ejecutada. Tenía unos 40 metros, posiblemente de estructura de madera y se conservan lo que parecen varios apoyos intermedios.

Dentro de las marcas verdes puede distinguirse la huella de la traza por donde pasaba el tranvía aéreo  de la mina Sorpresa, que iba desde Sopuerta hasta los cargaderos de Setares.

El estribo Este del puente y su mampostería a hueso, sin ningún tipo de tallado:



Y el estribo Oeste, con un derrumbamiento en uno de sus laterales:




Las instalaciones del Alto de Poza


En la zona de Poza estaba la sala de máquinas que movía todo el mecanismo de la cadena flotante. Según contaba en la Revista España en septiembre de 1902, el cable estaba movido por una máquina de vapor de 45 caballos

Esta maquinaria sería posteriormente vendida, como se ve en estos anuncios del año 1902


La máquina Robey  tendría un aspecto similar a ésta:

Y el esquema de la instalación se correspondería con la siguiente imagen, aunque teniendo en cuenta que el movimiento del tambor se emplearía en girar la cadena flotante y no en enrollar el cable como se ve en la figura:


Todavía se pueden ver los restos del edificio que servía para proteger la maquinaria en el alto de Poza, junto a otro edificio que posiblemente fueran oficinas de la compañía minera:


El edificio que alojaba la maquinaria con las entradas frontales:


En uno de los laterales se conserva la trinchera por donde pasaba la cadena flotante:



En este lateral, a la altura del suelo del edificio, se conserva una ventana por la que saldría la transmisión para la cadena flotante desde el interior a la trinchera.


Y por último una foto del edificio que probablemente correspondería con las oficinas para la compañía minera:


Las minas

El área de las minas se situaba en el entorno de uno de los afluentes de las minas:




Poco queda en la zona de la época, restos de la excavación que se hizo en la zona donde empezaba el plano inclinado y alguna obra que se realizó para este plano.

Precisamente para pasar el plano inclinado sobre el arroyo Alisal se construyó una pequeña tajea que permitió rellenar el terraplén necesario sobre la misma:

Esta tajea poseía un registro en el centro del terraplén, que al derrumbarse ha producido un enorme agujero en la parte superior:



Y un poco más adelante todavía se mantiene una trinchera excavada para permitir el paso de la plataforma del plano inclinado hacia el alto de Poza: